Color y Guerra

Batalla de Magenta - Carlo Bossoli
               
            A mediados del siglo XIX, Italia estaba envuelta en múltiples enfrentamientos bélicos que la llevarían a la unificación del país, tal y como lo conocemos actualmente.

                En el año 1859, el ejército austriaco dominaba la región norte de Italia cuando Napoleón III decidió intervenir en la contienda echando una mano a los italianos para recuperar sus regiones ocupadas. La unión de los ejércitos de ambos bandos creó un frente italo-francés capaz de arrebatar el terreno conquistado por los austriacos.

                El 4 de junio de 1859 se libró la Batalla de Magenta, una batalla decisiva para los intereses austriacos, los cuales tenían dominio sobre Lombardía y un gran interés en seguir anexionando regiones dentro de la península italiana. El ejército francés derrotó a los invasores austriacos y antes de que se repusieran, Napoleón III marchó sobre lo que quedaba del ejército austriaco y apenas 20 días después, volvieron a enfrentarse en el pueblo de Solferino (que significa Sol feroz) y les propinó la derrota decisiva.

Henri Dunant
               Fue tan sangrienta la Batalla de Solferino que después de ser testigo del horror allí vivido, el suizo Henri Dunant, impactado por esa carnicería, creyó necesario que existiera una organización de asistencia a los heridos y fundó la Cruz Roja Internacional.

                Mientras la sangre teñía de rojo los campos italianos, en Francia los químicos lograban teñir telas por primera vez con colorantes artificiales. Fue un gran progreso pues los pigmentos artificiales sustituyeron a los naturales que en aquella época eran bastante caros y en algunos casos difíciles de conseguir. Las cochinillas de nopal, unos pequeños insectos, se pusieron muy contentas con tal avance pues fueron las que durante muchos años fueron literalmente hechas polvo para convertirlas en un pigmento que daba a telas y sedas un color rojizo.
                Eufóricos por el descubrimiento y también por las batallas recién ganadas, los franceses decidieron dedicar el nombre de dos colores a la memoria de las hazañas de su heroico ejército. Nacieron así, de la misma circunstancia, los nombres de los colores  magenta y solferino. Estos colores no corrieron la misma suerte: el solferino está prácticamente olvidado, mientras que el magenta es un color básico en los sistemas de impresión modernos.

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